Cada vida que comienza es
como un árbol que se planta y al que cuidamos, regando, podando y ayudando a
crecer. Los hijos pequeños son semillas
plantadas en los huertos de nuestras familias.
Al igual que el hortelano acoda, protege y entalla los pequeños arbustos, así es un padre de familia justo: siempre está llamado a enderezar el crecimiento de sus hijos, incluso cuando llegan a la edad adulta. También entonces el padre, cual diligente hortelano y amante de su hermosa huerta, irá podando y limpiando aquellas ramas y brotes que puedan afear el porte del árbol o también entorpecer su crecimiento.
Así la Palabra de Dios, proclamada y vivida cada día en la mesa del hogar o en la liturgia de la familia, va ayudando constantemente al padre justo a ofrecer una correcta educación para sus hijos.
Al igual que el hortelano acoda, protege y entalla los pequeños arbustos, así es un padre de familia justo: siempre está llamado a enderezar el crecimiento de sus hijos, incluso cuando llegan a la edad adulta. También entonces el padre, cual diligente hortelano y amante de su hermosa huerta, irá podando y limpiando aquellas ramas y brotes que puedan afear el porte del árbol o también entorpecer su crecimiento.
Así la Palabra de Dios, proclamada y vivida cada día en la mesa del hogar o en la liturgia de la familia, va ayudando constantemente al padre justo a ofrecer una correcta educación para sus hijos.
(De mi trabajo sobre las festividades hebreas;
Capítulo 8 - El Año Nuevo de los árboles
-espacios para la reflexión-).