Nunca dejan de ser amargas las despedidas.
De veras, nunca dejan de serlo.
Da igual la forma y el lugar, el espacio o el tiempo...
Da igual. Siempre que se despide a alguien, queda dentro el vacío de dejar de ver a la persona a la que despides, sea para una hora, un día, un año o toda la vida; da igual, sigue siendo amarga.
Llevo más de dos semanas despidiéndome de compañeros a los que la empresa en la que trabajo está despidiendo sin más razón que la de la crisis que nos rodea (claro, crisis para unos, pero para otros..., me río yo de la crisis).
En fin, espero que, como dice el Salmo, "la amargura se me vuelva paz" cuando toda esta pantomima de la crisis toque a su fin.
Un saludo a todos; a los que aún estáis y también, porqué no, a los que no pude o no podré despedirme.
2 comentarios:
Albergadas bajo la lona de "la crisis" nos encontramos, cada día, con más cosas que hacen que sintamos que algo de nuestra vida nos está siendo arrebatado... amigos, ilusiones, esperanzas... a poco que nos vemos despidiéndonos de todo lo que nos ilusiona, lo que nos acompaña, lo que nos ayuda... pronto nos faltarán los deseos.
Pantomima o no... estamos cada día más... jodidos ( y perdóneme la expresión pero, en castellano, no hay otra mejor).
Saludos.
Una triste cosa, despedirse de los compañeros, cierto que deja un sabor amargo en la boca y un nudo en el alma que es difícil de explicar.
Aprovechados hay muchos y crisis hay en todos los lados, asi que blanco y en botella. ¿Cuánto nos quedará de aguantar, ya sea o no sea crisis?
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