Mi hija Clara cumplió un añito este fin de semana.
Fijaos cómo Dios nos regala día a día, semana a semana, mes a mes y año tras año, la Gracia de poder observar su Amor tan sublime en cosas y criaturas tan pequeñas pero, a su vez, perfectas.
Cuando aún estaba en el seno de su madre, con poco más de 3 meses de gestación, el médico que nos atendía en la ecografía decía: "Mirad, esa cosa tan clarita es su rostro".
¡Qué momento más especial y más emocionante!
Y luego hay intelectuales y científicos de media untada (o medio pelo, como queráis) que dicen que ahí no hay persona porque no tiene el sistema nervioso desarrollado... Valiente panda de incultos....
Era nuestro sexto hijo el que, desde el vientre de su madre, nos saludaba con su dulce e inocente sonrisa.
Luego añadió: "Es una niña, una hembrita, no hay lugar a dudas". Vimos cómo Dios nos regalaba una hijita para engrandecer más el alma de mi esposa.
Y ahí se decidió: Clara. "Se va a llamar Clara", dije a mi mujer. Porque las monjitas Clarisas de Granada habían rezado mucho por nosotros en aquel año.
Por intercesión de Santa Clara de Asís, el parto fue, meses más tarde, el parto más bello y más emocionante de todos los que mi mujer me ha regalado.
¿No voy a quererte, esposa? ¿no voy a quererte a tí, Clarita, que ya desde el seno de tu madre me miraste y me hiciste ver lo grande que es tu Padre del Cielo? Santa Clara intercede por tí para que seas inmensamente feliz.
Las monjitas (mis niñas, como yo las llamo), rezan cada día por tí y para que nosotros sepamos quererte.
Tu madre te adora.
Tus hermanos están como locos viendo que estás empezando a aprender a caminar.
A mí se me rompe el alma cuando te oigo llorar.
Clara, hija mía, que Dios te bendiga siempre.
Felicidades a todos los niños y niñas inocentes, nacidos y por supuesto, también a los que, por puro egoísmo y absurda ignorancia, no queremos que nazcan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario