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Gastamos nuestras vidas intentando llenarlas, o ganar batallas, cuando lo que muchas veces conseguimos es vaciarlas, perdiendo aquéllas una y otra vez. Mas contemplar una y otra vez el camino, quizá mal andado o mejor, posiblemente errado, o bien rebuscar en aquel hueco vacío aquello que tal vez, en alguna maltrecha ocasión perdimos, no sirve más que para empobrecer nuestra alma y sumirnos en la desesperanza y en la tristeza.
El hueco que deja de estar lleno, las palabras que aquella
vez hirieron, los impulsos primarios difíciles de frenar, echar la vista
atrás para recrearnos en aquellas profundas huellas… todo esto son, sin más, las
páginas del libro de nuestra historia, de nuestra existencia; son los capítulos
de nuestro vivir intensamente; son los acordes de esa nuestra perfecta y única gran sinfonía.
En cada página, en cada capítulo, en cada partitura, las
pausas y los vacíos siempre son necesarios.
Su objeto no es más que hacernos reposar y serenar nuestras almas.