martes, 31 de marzo de 2009

Una gran ventaja

Alguien trató ayer mismo de convencerme de que no existe mayor ventaja que la de vivir solo.
No está mal desde luego. Aunque yo también gozo de las mías.
Como cada uno es como es y cada quien es cada cual
(vs. Joan Manuel Serrat),
mis argumentos sólo se resumen en una preciosa frase que oí cuando llegué, precisamente, ayer tarde a casa:
"Papá, te quiero mucho, como la trucha al trucho"
(frase de mi hija Visi).
En fin chicos, yo también tengo mis grandes ventajas: siempre tengo alguien que me espera en casa para decirme estas cosillas, aunque llegue uno "reventaico de trabajá".
Desde luego, vivir solo te aporta bastante paz y tranquilidad; además, no hay quien te desordene tus cosas, tus libros; nadie hurga en tu monedero, siempre sabes quién ha usado el teléfono, nadie te cambia el cepillo de dientes... y cosas por el estilo.
Suerte tiene aquella persona de no ser molestada con estas frases que yo oigo.
Que tengáis un buen día todos (los solos y los acompañados), y que Dios os bendiga siempre.

lunes, 30 de marzo de 2009

CUESTIÓN DE TAMAÑO

Bien mis queridos lectores, no creáis que esta vez me he salido de tono.
Esta vez me refiero única y expresamente al tamaño de la letra que hasta ahora vengo usando en este vuestro blog.
Debe ser cosa de la edad (con perdón) pero ya algunos de vosotros (que, por cierto, pocos volveréis a ver más los cuarenta) me ha pedido agrandar un poco el tamaño de la letra de mis entradas del blog, así que nada, humildemente atiendo vuestra cordial petición y aquí tenéis: una letra con mayor cuerpo.
En fin chicos, como siempre, me cuesta aceptar que ya no cumpliré más los cuarenta (...aunque muchos de vosotros tampoco...), razón por la que muchos de vosotros, amigos míos, me habéis hecho comentarios o bien os habéis quejado del tamaño.

¿Véis? Esta vez, el tamaño sí que importa (y mucho).

Y ya que la cosa va de tamaños: hay por ahí una canción que, al referirse a las historias de amor (historias de locos, las llama), las define como “cortas y anchas, con forma de corazón”. ¿Alguien es capaz de adivinar qué canción es y quién la cantaba?

martes, 24 de marzo de 2009

Egocentrismo

Dice el diccionario de la R.A.E.: "Exagerada exaltación de la propia personalidad, hasta considerarla como centro de la atención y actividad generales".

Pues sí señores, eso significa. Nunca había oído ni leído mejor definición que esta que nos sugiere nuestra Real Academia. Y es que, mis queridos amigos, en muchísimas ocasiones, el lenguaje es un gran apoyo para poder expresar lo que sentimos, narrar lo que vivimos o bien desarrollar lo que deseamos transmitir; a pesar de que, también en otras muchísimas, el lenguaje sirva de bien poco, o mejor dicho: para casi nada.

Pienso que eso les ocurre a los egocéntricos (y egocéntricas, claro): el lenguaje les sirve de poco.

Tengo muchos compañeros, conocidos, e incluso, amiguetes (no amigos, porque esos no tienen amigos, sino coleguillas, amiguetes, acompañantes de cervecitas y cosas así), que son bastante egocéntricos. Tanto, tan egocéntricos, tan exaltados de sí mismos, que son incapaces de dar nada sin esperar algo a cambio. Y además es curioso. A menudo se prodigan en frases como: "bien sabes que yo no soy un déspota", y también "con el corazón en la mano", e incluso "bien sabe Dios -si existe- que no trato de poner zancadillas"..., y cosas por el estilo. Sin embargo, no se dan cuenta de que, con tanto preámbulo, están apuntando aún con más crudeza hacia los otros para, al fin, salir ellos triunfantes.

Pobre gente. Qué pocos amigos tienen. Qué solos se encuentran.
Y eso que siempre están rodeados de "bultos humanos merodeando a su alrededor".

Son los típicos que piensan: "primero yo", "después yo" y finalmente "siempre yo", para que "si queda algo, para mí también". Esta frase me la enseñó mi abuela materna, y quedó en mi memoria para siempre.

Egocéntrico es todo aquel que no escucha al prójimo pero sí que se hace oír.
Egocéntrico es todo aquel que no espera al compañero pero sí que se hace esperar.
Egocéntrico es todo aquel que no sabe amar pero que sí exige a los demás que aprendan a amarle a él.

Querido lector, por favor, no seas egocéntrico. Harías mucho daño a quienes tengas alrededor.

lunes, 16 de marzo de 2009

Los católicos se manifiestan

Sí, mis queridos lectores, así como suena: Los Católicos se manifiestan. ¿No los habéis visto?

No hace mucho, pudimos ver a los monjes del Tibet reivindicar sus derechos (aunque no sé muy bien si al fin eran o no verdaderos monjes), también hemos visto a las víctimas del terrorismo, a toda clase de asociaciones y agrupaciones en pro de ciertos y no siempre bien acertados derechos, por la calle han gritado y se ha exhibido toda clase de atavíos, músicas, consignas y también mucha, muchísima pluma... pero, esta nueva manifestación de los católicos es mucho más fuerte, mucho más profunda, aunque no poco arriesgada: van de dos en dos, por la calle, jóvenes, menos jóvenes, ancianos, solteros, casados... un ejército sin más arma que quizá un rosario en mano o un discreto ejemplar de las Sagradas Escrituras volcado en la calle y que te aborda diciéndote simplemente: “Dios te ama profundamente”. Vamos que sí, y tanto.

Miles de cristianos se lanzan a la calle sin hacer ruido, sin gritar consignas, ni nada por el estilo. Van, como digo, de dos en dos, como los primeros apóstoles, en el más anónimo de los anonimatos. No portan pancartas. No vociferan, ni tampoco gritan. No llevan placas de identidad y, por si fuera poco, tampoco van especialmente ataviados. No reparten panfletos ni revistas. Nadie sabe quiénes son pero, de pronto, te dicen: “perdone usted, un momento, ¿sabía usted que Dios le ama profundamente?” Valiente pregunta, -dijo un pobre viandante- pero a la vez, “qué gran noticia”, -prosiguió-. Quizá aquel señor tenía serias intenciones para dejar de vivir. Muy probablemente tendría un profundo rensentimiento o dolor dentro de su alma. Pero aquello le motivó a sonreír y a decir: “muchas gracias, amigo, muchísimas gracias y, ¡que Dios les bendiga!”.

¿Veis, mis queridos lectores? Dios me ama profundamente. Yo era uno de esos que, en el anonimato, sin grandes aspavientos y desprovisto de pretensiones, anunciaba a la gente por la calle el Amor de Dios. Y, fijaos qué curioso y qué maravilla a la vez: aquel señor me dijo sin más “que Dios les bendiga”. Me quedo con esto. Sólo con esto. Ciertamente, mereció la pena la caminata, pero al final, dio su fruto. Un perfecto desconocido, si bien no poco sorprendido aunque profundamente agradecido, me dio su bendición. Buena forma de proseguir la Cuaresma.

Por cierto, mis queridos lectores: ¿sabíais que Dios os ama profundamente?
(Dedicado a todos aquellos con los que no me encuentro normalmente por la calle)

lunes, 9 de marzo de 2009

Un precioso año

Mi hija Clara cumplió un añito este fin de semana.
Fijaos cómo Dios nos regala día a día, semana a semana, mes a mes y año tras año, la Gracia de poder observar su Amor tan sublime en cosas y criaturas tan pequeñas pero, a su vez, perfectas.
Cuando aún estaba en el seno de su madre, con poco más de 3 meses de gestación, el médico que nos atendía en la ecografía decía: "Mirad, esa cosa tan clarita es su rostro".
¡Qué momento más especial y más emocionante!
Y luego hay intelectuales y científicos de media untada (o medio pelo, como queráis) que dicen que ahí no hay persona porque no tiene el sistema nervioso desarrollado... Valiente panda de incultos....
Era nuestro sexto hijo el que, desde el vientre de su madre, nos saludaba con su dulce e inocente sonrisa.
Luego añadió: "Es una niña, una hembrita, no hay lugar a dudas". Vimos cómo Dios nos regalaba una hijita para engrandecer más el alma de mi esposa.
Y ahí se decidió: Clara. "Se va a llamar Clara", dije a mi mujer. Porque las monjitas Clarisas de Granada habían rezado mucho por nosotros en aquel año.
Por intercesión de Santa Clara de Asís, el parto fue, meses más tarde, el parto más bello y más emocionante de todos los que mi mujer me ha regalado.
¿No voy a quererte, esposa? ¿no voy a quererte a tí, Clarita, que ya desde el seno de tu madre me miraste y me hiciste ver lo grande que es tu Padre del Cielo? Santa Clara intercede por tí para que seas inmensamente feliz.
Las monjitas (mis niñas, como yo las llamo), rezan cada día por tí y para que nosotros sepamos quererte.
Tu madre te adora.
Tus hermanos están como locos viendo que estás empezando a aprender a caminar.
A mí se me rompe el alma cuando te oigo llorar.
Clara, hija mía, que Dios te bendiga siempre.
Felicidades a todos los niños y niñas inocentes, nacidos y por supuesto, también a los que, por puro egoísmo y absurda ignorancia, no queremos que nazcan.