jueves, 22 de octubre de 2009

17-O

Muchos son los comentarios, valoraciones, críticas, reacciones y demás que la manifestación que el sábado 17-Octubre por la tarde tuvo lugar en el centro de Madrid ha originado.

Unos cuentan que hubo más de dos millones de personas (una exageración pienso, porque quizá no llegaba a tanto), otros que si unos cincuenta mil participantes (otra exageración, además un poco impertinente, me atrevo a decir).

Algunos dicen que si sólo era un grupo de exaltados y otros que si los obispos la convocaron y luego ni siquiera aparecieron... En fin, habladurías de gente inculta y desavenencias propias de quien quiere mirar para otro lado. ¿Qué tienen ahora que ver los obispos con ésto? Si la convocatoria partió de una plataforma laica. Otros decían que los ánimos estaban encrespados y no sé qué otras muchas sandeces más....

Me da exactamente igual lo que digan: yo estuve allí. Y la verdad es que estuve dos horas y media sin poder moverme (y mira que las calles de Madrid son amplias). Pero es que, además de todo eso, resulta que me quedé tocado; muy tocado; pero que bien tocado.

Sí, muy tocado, mis queridos amigos lectores.

Recordaba cómo hace más de veinte años, la encantadora Lourdes, una joven profesora (perteneciente al Opus Dei, por cierto) me invitó a unos congresos de cierta fundación Pro-Vida y me dijo que llegaría algún día en que yo entendería lo que aquella gente estaba haciendo y defendiendo. ¡Y, vamos que sí que llegó la hora de entenderlo!: hoy tengo siete maravillosos hijos (y dos que decidieron quedarse en el cielo antes de nacer, pero que también son hijos), y éstos son los que me hacen entender que cada vida es fundamental para la sociedad (diga lo que diga la ministra). Cada vida importa, ¡vamos que si importa! Y mucho que importa cada vida, digan lo que digan los "analfabestias" que hoy dirigen nuestras sociedades, ¿te enteras ministra? ¿te enteras presidente? ¿os enteráis "señorías"?

Claro que lo entiendo, mi querida Lourdes, vamos que sí que lo entiendo ahora.

Hoy vuelvo a dar gracias a Dios por la Vida en mayúsculas, por la vida de mis hijos, la de mi mujer, la de mis padres que un día permitieron que yo viniese a este mundo, la de mi familia, mis amigos, mis hermanos de la Iglesia..., y también por la vida de Lourdes, que un día tocó mi corazón, entonces obstinado y repleto de la inmadurez propia de un adolescente que tan sólo acertaba a descubrir cambios hormonales. Hoy entiendo la vida, y más aún, entiendo a aquéllos que la defienden hasta entregar la suya propia.

Me da igual lo que piensen otros, no me da vergüenza: YO ESTUVE ALLÍ.

viernes, 9 de octubre de 2009

Los cuentos y parábolas de siempre

Al final, como siempre, todas las parábolas relatadas en los Evangelios, como todas las fábulas y cuentos, infinitamente editados, contados, ilustrados y recordados por todos nosotros, como en todos los casos, siempre son verdad.

En la parábola del Hijo Pródigo, se versa sobre un joven que malgasta la herencia de su padre viviendo perdidamente (o sea, un niñato bien hijo de un papá adinerado y que, tanto el uno como el otro, no saben gobernar ni sus propios instintos: el uno queriendo sacar los pies del tiesto antes de tiempo y el otro sin capacidad de decir simplemente "no" a los caprichitos pijos de su hijito).

En el cuento de la cigarra y la hormiga se cuenta sobre las desavenencias entre una hormiga honrada, trabajadora, cansada y sudorosa, condenada a ver cómo su zángana y vividora vecina la cigarra canturrea y se lo pasa en grande disfrutando los efímeros goces del momento.

En la fábula de la tortuga y la liebre se nos enseña alguna cosa parecida: la tenaz y valiente tortuga camina y camina, pasito a pasito, sirviendo de estúpida y absurda hilaridad para una popular y fantástica liebre (muy chula ella) porque se cree que lo tiene todo ganado enseñando sus musculitos y sus rápidas acrobacias.

Y así podíamos seguir contando parábolas y cuentos para, al final, darnos cuenta de que lo que es verdadero, justo y amable para todos es, sin lugar a dudas, tener caridad con los que nos rodean, ser capaces de trabajar en lo que realmente somos hábiles, la honradez, intentar sacar nuestras vidas adelante sin mayores pretensiones.... etc, etc., etc....

Si nos asomamos al balcón de nuestras calles es lo que vemos: niñatos de papá que han vivido perdidamente disfrutando de dinero fácil y rápido con poco más de 30 años y que, por la dichosa "Crisis", se ven "forzados" a trabajar de camareros, taxistas, peones albañiles o, quizá simplemente, ir a cobrar el paro (si es que declararon algo de lo que ganaron, claro está); o bien zánganas cigarras fantásticas, guapetonas y populares que, sin darse cuenta de lo efímero de la belleza, la voz, la juventud y la popularidad, no trabajaron tenaz e incansablemente por, simplemente, sobrevivir con dignidad; o incluso estúpidas liebres que, con tanto que corrieron, no miraron atrás y dejaron tras de sí amigos, familia (o lo que sea) y ahora están saboreando la más cruel soledad que ellas mismas se labraron.
¿Ya no se acuerdan de los tiempos en que reían, disfrutaban, comían, compraban y derrochaban?
¿Ya no se acuerdan de que atrás quedaban familias despreciadas por el afán de superarse a sí mismos y todos cuantos les rodeaban?
¿Ahora se dan cuenta de que, mientras ellos se los pasaban pipa viviendo a lo grande, había otros que tenían que trabajar y trabajar para, simplemente, poder sobrevivir ellos y sus familias?
¿Acaso nadie les dijo que la herencia podía gastarse antes de tiempo, que el invierno podría llegar o bien que se podían dislocar un tobillo corriendo? ¿Nadie les dijo nada? Difícil solución la de esta pregunta.

En fin amigos, esto es lo que tenemos gracias a la crisis, ¡bendita crisis!
Gracias a Dios que un día, ni tuve un papá con una gran herencia, ni fui un popular cantante, como tampoco fui contado entre los cachas y populares.

Hoy mi vida sigue igual, en crisis económica, como siempre, como durante toda mi vida, como cualquier españolito normal, corriente y moliente: nunca llego a fin de mes.

¿Veis? Al final todas las parábolas, cuentos y fábulas son siempre verdad.