domingo, 11 de septiembre de 2011

Una de artistas

Durante unos pocos días he podido recordar mis tiempos de actor de teatro.
Fue un tiempo estupendo, un tiempo realmente maravilloso, quizá de los años más felices de mi vida.
Pude conocer tanta gente, tanta buena gente, hacer tantos buenos amigos que, aun hoy día, cuando nos vemos, parece que no ha pasado el tiempo...

Pues durante unos pocos días he tenido la suerte de tener en casa a un artista muy especial. Un artista entregado al misterioso pero a su vez apasionante mundo de los niños. Un artista de los pies a la cabeza en donde los haya. Vamos, como diría mi mujer, "un artista de pelo en pecho".

Sarapín es un payaso-mago que se dejó el viernes por la tarde la piel y toda su alma entregándose a un grupo de niños, jóvenes y adultos que le pidieron les deleitase con su arte y, ¡vamos si lo hizo! Todos disfrutábamos como niños cuando oíamos sus chistes y sus bromas, cuando nos deleitaba con algún malabarismo, cuando nos dejaba atónitos con sus trucos de magia.

Vamos, mis queridos amigos lectores, como suele decirse, un artista de los pies a la cabeza.

Mas no queda ahí la cosa. Un buen artista no sólo lo es por su trabajo y por su buen hacer ante el público. Para mí ante todo, un buen artista se mide también por lo que en su arte deja entrever de su alma y, puedo aseguraros, mis queridos amigos, que el alma de este artista es un alma noble en donde las haya. Y por eso merece todo mi respeto y todo mi cariño.

Mi querido Don Joaquín (mi maestro de teatro durante aquellos maravillosos años de mi juventud) siempre nos decía: "Se abre el telón y aparecen, la ilusión, la emoción y el alma del artista".

Pues sí señores, yo he disfrutado del artista, de su alma, de sus emociones y de su ilusión, de su persona y de lo que sale de su corazón.
Le hemos tenido en casa, ha jugado con nuestros hijos, hemos tenido largas y apasionadas conversaciones.
Me ha hecho recordar aquellos maravillosos años entre telones, bambalinas, attrezzos, focos, música, máscaras, mallas, maquillajes, nervios, llantos, risas, abrazos y baños de aplausos.

Espero volver a disfrutar tanto como en estos últimos días.
Querido Sarapín, ya sabes que aquí tienes tu casa.



(Dedicado a mi buen amigo Jesús y a todos cuantos le apoyan)